TOPONIMIA PATAGÓNICA de ETIMOLOGÍA ARAUCANA | Juan Perón (extracto)
( tomado del libro: "Toponimia patagónica de etimología araucana" de Juan Perón, publicado en 1950 ) |
"Ignoramos
por completo las vicisitudes de los primeros episodios de la
penetración araucana, que tuvieron lugar en la famosa frontera del
Neuquén. En cuanto a La Pampa y Buenos Aires, se trató más bien de zonas
desprovistas de grandes densidades de pobladores, y su ocupación se
produjo sin encontrar fuertes
resistencias. Sólo conocemos las guerras encarnizadas de que ha quedado
memoria en la tradición nativa del extremo Sur, así como osamentas
esparcidas en los campos de batalla de Languiñeo, Senguerr, Güerr-Aiken,
etc. Más en definitiva el coraje de los aóni-kenk tuvo que ceder ante
el enemigo, superior en número, provisto además de reservas siempre
renovadas en la retaguardia, y sobre todo poseedor de una organización
excelente. Puede decirse, en síntesis, que los antecesores de los
Salineros y Manzaneros, que ya habían demostrado en Arauco gran pericia
en el sitio y el asalto de campos cerrados, dieron prueba en las
llanuras argentinas de poseer el arte de la maniobra en campo abierto,
tal como si hubiesen aprendido técnica militar en las escuelas de
guerra. Hemos averiguado personalmente que los aónikenk, son bilingües, y
en su gran mayoría trilingües, pues hablan el castellano con bastante
agilidad y propiedad, luego de aonico-aish que es su lengua materna, y
el mapuche. Hemos conocido a varios que en materia de lenguas nativas no
poseían únicamente el aónico-aish, sino también la de sus consanguíneos
o inmediatos vecinos del Norte, los guénenakéne, o tehuelches
septentrionales. Estos guénena-kéne están actualmente en un grado más
avanzado de extinción, y dentro de una decena de años no quedará el
menor vestigio de su existencia. Su lengua fue el guénena-yajísh,
también naturalmente destinada a desaparecer en el labio de los
vivientes. En la ladera Argentina de la Cordillera, empezando más o
menos desde el Neuquén, se extendió antiguamente una tercera rama
tehuelche, los chehuáche-kenk, o chulíla-kene, alrededor de un centro
tradicional de nombre chulíla, y su lengua el chulíla-yajísh. Pueblo y
lengua han desaparecido sin dejar huella: fueron arrollados con
anterioridad a las otras fracciones tehuelches, por la marea araucana.
También del lado occidental, el panorama de América austral fue en otros
tiempos distintos. Las laderas chilenas mostraban los efectos del
clásico ensanche de los pueblos de la llanura argentina en varios
sectores septentrionales y meridionales, con mayor intensidad en estos
últimos. Hay indicios de tal penetración en el tramo occidental que
corresponde a la zona mendocina y a la neuquina; más al sur, en la
región de los lagos, la "raza tehuelche" se expandía, con varios nombres
gentilicios, de uno a otro océano. En pocas palabras, la Cordillera no
ha cumplido, como muchos creen, el oficio de un tabique impermeable: por
sus innumerables pasos y abras, especialmente por las cómodas quebradas
del Neuquén y los valles fluviales de Santa Cruz, permitió que
realizara una activa circulación de tribus. En los tiempos más antiguos
hubo el predominio de la migración de Este hacia Oeste, y desde la mitad
del siglo XVIII la inversa, de Oeste a Este. La invasión de los andinos
no fue repentina, ni torrenticia, sino continua y progresiva, con
flujos y reflujos rítmicamente escalonados. El último episodio histórico
ha sido el retorno hacia Occidente de miles de mapuches, residuo de la
campaña de 1878-83. Luego, una acompasada y lenta infiltración,
individual, que perdura actualmente, atraída por las condiciones de
trabajo ofrecidas por el ovejero y la naciente patagónica. De todas esas
vicisitudes nacieron las anomalías que presenta el proceso lingüístico
de la región. Entonces encontramos al idioma mapuche en la extensión
llana de la Argentina, sólidamente fijado a la terminología de lugares,
hombres y objetos. Esto vale toda la superficie que fue teatro primero
de la acometida, y luego de la gesta que lleva el nombre de los aucas, y
cuya memoria revive en la larga, venturosa y fatigante “guerra india”, a
partir de Juan Manuel de Rosas hasta Adolfo Alsina y del coronel
Levalle al General Roca. Los comúnmente llamados aucas (del término
mapuche auca "rebelde" y este a su vez del vocablo quechua auqa
"atrevido y fiero", "guerrero") no formaban una raza, ni un pueblo ni
mucho menos una nación, sino una abigarrada mixtura de los araucanos,
tehuelches meridionales y septentrionales (en especial estos últimos)
puros y mestizos, con alguna rasca de pobladores blancos, el todo
cementado por el comando único e inflexible de los jefes araucanos y
asociado para las empresas de ataque; su característica más saliente era
la unidad del idioma, el mapuche".
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